01 diciembre 2005

Comala


Comala es un disco hermosísimo. Hay que recomendarlo.

Tiene un trabajo colectivo sumamente detallado e inteligente, enfocado a partir de un tema catalizador: Comala, el pueblo desolado de la novela de Juan Rulfo, Pedro Páramo.

Si bien Comala es una localidad real en el estado de Colima, Méjico, Juan Rulfo (1917-1986) nombró a su pueblo imaginado de la misma manera, aunque no hay un parecido manifiesto. La Comala real es pintorezca, con un clima agradable, rodeada de huertas, plátanos, papayas, palmeras, casas blancas con techos de tejas rojas y calles empedradas. La Comala de Juan Rulfo, como dice uno de sus personajes, está alojada “sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del infierno”.

Sin embargo, otro personaje de la obra recuerda una Comala idílica que sí tiene que ver con la real: “la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche”.

En la novela se desarrolla la idea de cómo se ha transformado esa ciudad en algo tan inhóspito y con olor a muerte.

Limbo donde solitario se transforma lo vivido en polvo.

Páramo sin aire donde el tiempo no respira.

Según el escritor, los hombres somos los verdaderos responsables de tan patética transformación, y esa es la excusa para dejar desnuda otra verdad frente a nuestros ojos: la degradación que nos lleva a estar muertos en vida. Dijo Rulfo en una entrevista: “Yo no me preguntaría por qué morimos, pongamos por caso; pero sí quisiera saber qué es lo que hace tan miserable nuestra vida. Usted dirá que ese planteamiento no aparece nunca en Pedro Páramo; pero yo le digo que sí, que allí está desde el principio y que toda la novela se reduce a esa sola y única pregunta: ¿dónde está la fuerza que causa nuestra miseria? Y hablo de miseria con todas sus implicaciones”.

El disco es un todo compuesto por diferentes elementos que insinúan ese lugar, trayendo el calor espeso de sus vientos y las calles polvorientas donde solo pueden transitar fantasmas indiferentes.

Grabado en 1986 es el tercer disco solista en la carrera musical del mejicano Jorge Reyes. Incluye 6 tracks y un bonus inédito grabado en 1993, llamado El Arrullo de la mujer Día, mujer Luz (refiriéndose a la curandera María Sabina).

Comala, lugar de la ruptura de los vientos. Espacio incierto donde deambulan los muertos vivientes, al paso de murmuraciones que se escuchan por ráfagas. Fragmentos de un recuerdo, voces que se desprenden de las ruinas, caer de agua por los tejados, gota a gota, sonido a sonido, como la memoria de Pedro Páramo en la Medialuna. La reunión de gritos primigenios con voces computarizadas, cantos ceremoniales de María Sabina, crepitar del fuego, clavados de pigmeo (registrados durante sus rituales de agua), sintetizadores, ocarinas prehispánicas y percusiones de Jorge Reyes, danzas bailadas en el estudio de grabación, música del cuerpo, cantos y violines huicholes de La Tribu (Agustín Pimentel, David Méndez, Alejandro Néstor Méndez, Gilberto Chávez y Pablo Méndez), tambores tarahumaras, voces y Mezáfono de Arturo Meza, piano preparado de Humberto Álvarez, poemas de Saide Sesín. Desde la portada hasta los textos, pasando por la idea de usar la voz como base rítmica, Comala es la recreación del mito del eterno retorno, tomado a partir de la novela de Pedro Páramo de Juan Rulfo.


(datos extractados de Mexico Desconocido on line, Tips de Aeroméxico No. 14 Colima / invierno 1999-2000, texto de Victor Jiménez, y carátula original del disco Comala, edición de 1993)

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